Sencillo.

Amanezco en la nieve de Siberia
sintiendo la paz que deseáis,
el frío hiela mis venas
mientras busco un norte que no hay.
Tengo paisajes por describir
y a un paso la jungla urbana,
pero antes prefiero la nada
que vivir un sinvivir.

No era otro cualquiera.

Os contaré la historia de aquel
que se mantuvo fiel a sus principios,
cuando nadie merecía tomar parte
le gustaba hablar consigo mismo.
Poseía una cultura popular
basada en años de experiencia,
sin ciencia que entendiera su pensar,
tenía fe pero no creencias.
Tratar con personas no le llenaba,
su inteligencia a otro nivel,
nunca se conoció tan tierna mirada
aunque a todos pareciera insensible.
Se le veía caminar cada amanecer,
sin ser un tipo cualquiera
y sin camino que recorrer,
hablando en lenguas muertas.

Su pluma y su tinta,
su sabiduría infinita,
su poesía única.

Mi tierra en pocas palabras.

Sobran todos tus terratenientes
y falta pan en muchas mesas,
pero gracias a tus valientes
sigues tan tranquila, tan bella.
Pienso al verte con mis ojos:
qué mejor que algo rojo,
qué mejor que una estrella
para adornar tu bandera,
tu bandera verde y blanca.
Y qué mejor que tu tierra
en manos de quién la trabaja.